2. Ideas generales sobre la lengua de señas

Figura 6. Lengua de señas.
Adaptada de Clker-Free-Vector-Images (2012).

Retana (2011), en su trabajo sobre la aproximación a la lengua de señas, describe una serie de ideas generales y mitos que se han establecido culturalmente sobre esta lengua en relación a dos componentes: iconicidad y universalidad.

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Iconicidad y transparencia:

Se entiende la iconicidad y transparencia como la percepción que tienen los individuos que se encuentran frente a una lengua señada, donde hay algunas señas como comer, dormir, beber, entre otras, que presentan gran similitud con los objetos o acciones que representan, evidenciando una mayor transparencia en relación a las lenguas orales (Retana, 2011, p. 138). Retana describe cómo algunas señas presentan un alto grado de iconicidad en varias lenguas, como es el caso de árbol:

  1. En la lengua de señas norteamericana, esta seña se realiza apoyando sobre el dorso de la mano pasiva, el codo de la mano activa, la mano se mantiene abierta mientras gira. Se podría pensar que el antebrazo representa al tronco y el movimiento de la mano abierta representa el follaje moviéndose con el viento.

  2. En la lengua de señas danesa, la seña difiere en todos los detalles […], pero también es icónica: las dos manos trazan simétricamente la forma de las ramas y el tronco.

  3. Y en la lengua de señas china se observa una configuración manual diferente, pero la seña también es icónica: las dos manos abarcan la forma del tronco del árbol y realizan un movimiento ascendente (Retana, 2011, p. 139).

Figura 7. Representación de la forma léxica ‘ARBOL’ en tres lenguas distintas.
Adaptada de Retana (2011).

Estos ejemplos ilustran claramente el rasgo de iconicidad de algunas señas en varias lenguas, lo cual no determina que la lengua de señas sea completamente icónica. Sobre este aspecto, Battinson (como se citó en Retana, 2011) señala, en primer lugar, que si las lenguas de señas fueran completamente icónicas serían comprensibles para todos los individuos, cosa que no es así, pues se necesita una formación que implica el desarrollo del aprendizaje del código, el cual no se presenta por imitación ni de forma espontánea. En segundo lugar, afirma que cuando las señas de carácter icónico se presentan fuera de contexto no son legibles y evidentes para los no señantes en el marco de una acción pragmática, como una conversación, lo que implica que la decodificación de las señas necesita una adecuación lingüística que permita el proceso de legibilidad, lo cual no se logra con una imagen de las señas como elementos específicamente icónicos.

Universalidad:

Otra idea que se presta para mitificar la lengua de señas es considerarla universal, lo que genera una concepción de que todas las comunidades lingüísticas utilizan el mismo código. Esta actitud de algunos no-señantes se presenta por la confusión de considerar que el gesto o la pantomima son iguales a las señas. Un ejemplo de ello es cuando una persona que no conoce la lengua de un país intenta comunicarse a partir de mímicas o gestos específicos para lograr una mínima comunicación, con una función inmediata y básica.

Por lo tanto, la lengua de señas no es general para todos, cada país posee un código específico y presenta variables que pueden ser determinadas por aspectos regionales. Incluso se pueden presentar rasgos de diferenciación según componentes como edad, nivel de formación y grado de desarrollo del código lingüístico.

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Descarga el siguiente documento, en donde encontrarás una explicación de Giovanny Barreto y Yenny Milena Cortés

2.1. El estructuralismo en la lengua de señas

Señalan Masone y Machado (1994) cómo el estructuralismo en la lingüística se ha convertido en la respuesta para el análisis y descripción de la lengua de señas. Los métodos estructuralistas, desarrollados inicialmente por Saussure, logran describir el lenguaje como un sistema de signos que se estructuran en unos niveles generales de la lengua: fonético-fonológico, morfológico, semántico, sintáctico y léxico. Esta perspectiva fue desarrollada claramente por el lingüista norteamericano Noam Chomsky, quien definiría el estructuralismo como la perspectiva analítica que aborda el estudio del lenguaje.

Si bien desde la tradición de las lenguas comparadas del siglo XIX se han privilegiado la escritura y la oralidad, por ser consideradas de prestigio y por haberse realizado estudios sobre estas en el marco de las relaciones entre las lenguas, familias lingüísticas y sistemas genéticos de origen, Saussure, como lo afirman Masone y Machado (1994), ampliaría el rango de análisis y consideración comunicativa a las lenguas que no tuviesen sistemas de escritura o de habla; estos procesos serían estudiados específicamente por la semiología, la cual toma como objeto de estudio los sistemas de signos en general.

En esta línea, se lograría una posterior inserción de las lenguas de señas como un sistema analizable dentro de la lingüística al considerar el cambio de canal que hay de las lenguas orales a las lenguas viso-gestuales, es decir, al comprender que las funciones del aparato fonador en las primeras son equivalentes a las funciones de los rasgos del cuerpo en las segundas. Así, el habla como sistema de expresión no será exclusivamente de las lenguas orales, pues se comprende que la lengua de señas es un complejo sistema por medio del cual también hay una producción del habla, solo que por un medio diferente al sistema de articulación vocal.

En este orden de ideas, Oviedo (2000) explica cómo William Stokoe habló en sus trabajos del modelo de doble articulación que deben tener todas las lenguas naturales, lo que significa que un nivel se puede descomponer en unidades menores con significado. El método de análisis desarrollado por Stokoe fue descomponer la seña en varias partes: una postura de la mano, un lugar en el espacio y un movimiento o actividad que se realiza. Este modelo es la apertura para considerar que la lengua de señas cumple con un criterio de doble articulación, lo que permite generar análisis estructurales pensados en el proceso de segmentación y disgregación de las señas para su estudio.


En las lenguas orales, la palabra se puede descomponer en morfemas mediante un proceso analítico, de allí la definición de las unidades morfemáticas (afijos), que se clasifican en prefijos, sufijos e interfijos. De igual modo, el proceso morfológico se puede reducir al proceso del nivel fonético, siendo el fonema la unidad mínima que funciona por oposición y combinación para construir unidades mayores de sentido. Así se ejemplifica la doble articulación, la cual permite la creación de una imagen acústica y del significado en las palabras.

Bajo el modelo de Stokoe (2004), al configurarse bajo una postura, lugar y actividad, cada componente de la lengua de señas se constituye como una unidad de análisis estructural desde la articulación viso-gestual que permite una imagen visual y su significado, lo que explica la creación de enunciados y el desarrollo de la comunicación bajo este código. Esto facilita el desarrollo de las comunidades lingüísticas de sordos y favorece la integración en los escenarios discursivos en la sociedad.